Soy porque somos, según Freud

Sigmund Freud fue un médico neurólogo austriaco, que llevó a cabo el desarrollo de las teorías y técnicas del psicoanálisis. Sus hipótesis sobre la sexualidad infantil, la libido y el ego, entre otros temas, fueron algunos de los conceptos académicos más influyentes del siglo XX.




Una de las teorías que más me ha llamado la atención de todo su trabajo es la de “el YO, el ELLO y el SUPERYÓ”, en la que Freud mantiene que el aparato psíquico de cada persona está compuesto por 3 influencias. La primera, el Ello, la parte inconsciente que contiene todos los impulsos y estímulos que se rigen por el principio de placer. La segunda, el Yo, que forma la parte consciente y se rige por el principio de realidad y actúa como intermediario entre el Ello y el Superyó. La última es el Superyó, que representa las normas morales e ideales que nosotros mismos nos imponemos. 




El Ello, presente desde el nacimiento, es la base de la personalidad; contiene todos los instintos y recibe su energía de los impulsos corporales. Que el Ello ser rija por el principio de placer significa que evita el dolor y busca el placer mediante dos procesos: las acciones reflejas y un modo de acción que se denomina proceso primario. Los reflejos son acciones innatas que reducen la incomodidad de inmediato, como por ejemplo un estornudo. Un proceso primario puede ser, por ejemplo, la fantasía, es decir, crear una imagen satisfactoria de lo que se desea. Por ejemplo, si se tiene hambre, se puede comenzar a imaginar la comida preferida; obviamente, la fantasía no basta para satisfacer el hambre ni cualquier otra necesidad posible.

Así pues, es función del Yo tratar con la realidad y satisfacer las demandas del Ello, ya que éste no puede determinar la diferencia entre lo que existe en realidad y lo que está en la mente. El Yo, en cambio, puede establecer esta distinción, y opera según el principio de realidad, haciendo de mediador entre los deseos del Ello y las realidades del mundo exterior, para poder satisfacer las urgencias del Ello del modo más apropiado y eficaz. Por ejemplo, el Ello puede urgir a la persona a ir a dormir de inmediato, sin que importe dónde se encuentre; el Yo retrasa el sueño hasta encontrar un momento y lugar convenientes.

En cambio, el Superyó es el yo ideal que ejerce una autoridad interior, haciéndonos sentir sus imperativos y desempeñando en nosotros su dominio. Algunas veces se deja sentir abiertamente como voz de la conciencia, sentido del deber, remordimiento, etc. Pero actúa también inconscientemente en forma automática y silenciosa, produciendo precisamente, entre otras cosas, la represión o la contención en determinadas situaciones.




Tanto el Superyó como el Ello actúan incontroladamente en nuestra vida psíquica, agitando el control que desempeña el Yo en nuestra personalidad. Los conflictos interiores se desenvuelven precisamente entre estas tres influencias y en sus relaciones las exigencias del mundo exterior. En obras como “Inhibición, síntoma y angustia” (1926), Freud describió la neurosis como una opresión sobre el Yo ejercida por la excesiva exigencia del Superyó o por la violencia de las tendencias del Ello.

Si queréis saber más sobre el tema, os recomendamos que os leíais éste libro y en la Biblioteca de Logroño podéis encontrar también la obra de "La interpretación de los sueños", enfocado al significado de los sueños y como definen nuestra personalidad.


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Publicado por: Irene

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